Javier Flores, La Jornada
Cinco personas de nacionalidad mexicana se encontraban el primero de marzo en la zona bombardeada por el ejército de Colombia en territorio de Ecuador. Cuatro de ellas, estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sólo hay una sobreviviente: Lucía Andrea Morett Álvarez, egresada de la carrera de literatura dramática y teatro de la Facultad de Filosofía y Letras.
Lo primero que hay que observar es que hay aquí una dimensión humana. Un drama en el que se encuentran cinco familias mexicanas. La de Lucía Morett tiene la fortuna de que ella está viva, aunque con heridas que han obligado a la intervención quirúrgica y a la atención hospitalaria. Las demás viven una pesadilla: identificar a sus seres más queridos entre los cuerpos sin vida que dejó el ataque sobre el campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Independientemente de cuáles hayan sido las razones por las que estos jóvenes se encontraban ahí, cualquier nación que se respete debe procurar la seguridad de sus ciudadanos en territorio extranjero y exigir que se investigue y castigue a quienes asesinan a sus conciudadanos, sobre todo cuando las muertes ocurren, como en este caso, en un acto contrario a las normas del derecho internacional, reconocido así por la propia Organización de Estados Americanos. Pero mientras el gobierno federal los abandona, la UNAM los reconoce como parte de su comunidad, en un escenario en el que se propalan versiones malintencionadas que buscan relacionar a nuestra máxima casa de estudios con organizaciones guerrilleras.
Debemos preguntarnos por qué en algunos medios se quiere aprovechar un acontecimiento que enluta a nuestro país para agredir y tratar de desprestigiar a la UNAM, que es sin duda una de las mejores instituciones de enseñanza e investigación científica y humanística en el mundo. Quizá porque se trata de un espacio de plena libertad –que no abundan en nuestro país–, donde se examinan sin restricciones todas las ideas.
Los universitarios siempre han expresado su solidaridad con los movimientos sociales en América Latina y el mundo. Recuerdo hace más de 30 años, cuando se vivía en la región el auge de los movimientos revolucionarios. Siempre había grupos de estudiantes y maestros que expresaban su simpatía hacia ellos, como en el caso de la revolución cubana, la lucha del Che Guevara en Bolivia o la resistencia de Salvador Allende a la dictadura militar en Chile. Es en ese ambiente de libertad en el que se conocen y discuten las ideas, y también en el que se expresan posturas contrarias.
Como se afirma en uno de los espléndidos comunicados de la UNAM sobre estos acontecimientos, es una virtud histórica la pluralidad ideológica que se manifiesta en su seno, así como que los miembros de la comunidad son responsables de sus actos individuales, incluidos aquellos que se realizan en el ejercicio pleno de sus libertades. La presencia de cuatro universitarios en el campamento de las FARC en Ecuador no puede ser motivo para emprender una campaña en contra de una institución cuya única participación consiste en propiciar un ambiente de libertades.
Parte de esta campaña es impulsada por un gobierno extranjero, el de Colombia, el cual asegura, nada menos que a través de su vicepresidente Francisco Santos que las FARC realizan una intensa campaña de penetración en las universidades mexicanas por medio de grupos de estudio, que deben ser investigados por el gobierno mexicano, lo cual es secundado por los voceros de los sectores más conservadores dentro y fuera del gobierno panista.
El hecho de que existan salones en los que se discutan y se expresen simpatías hacia los movimientos sociales de América Latina no equivale a que haya en la UNAM oficinas de ningún grupo rebelde y mucho menos se justificaría una intervención policiaca, abierta o velada, sobre los universitarios, a pedido de un gobierno extranjero, algo que debe ser rechazado enérgicamente. En todo caso corresponde al gobierno colombiano investigar y resolver las causas del gran descontento de su pueblo.
La preocupación principal de los universitarios es sobre la integridad de Lucía Morett y la pérdida de vidas de estudiantes mexicanos en Ecuador, y especialmente preservar el espacio abierto a todas las ideologías que constituye la UNAM. La libertad no tiene precio.
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