Al principio era una verdadera verbena popular. Gritábamos “el que no brinque es panista” y todos brincaban. En el campamento de las Redes Universitarias recibían a tres mujeres jóvenes que venían completamente solas desde Puebla y les daban alojamiento en la carpa de la que tomaron posesión una vez levantados los puestos de comida de la feria cultural. No era el único campamento que se solidarizaba con la gente que venía de los estados.
Resultaba curioso ver que mientras algunos compañeros se acercaban a las vallas con el altavoz a gritarle consignas al EMP, al momento siguiente habían varios en el 7 eleven comprando café hombro con hombro con el EMP porque tanto ellos como nosotros intuíamos que no íbamos a dormir. Y en los baños portátiles era lo mismo; entrábamos unos y otros. De repente alguno de nosotros no podía contener la frase que teníamos en la punta de la lengua “¡Fraticidas!”. Al regresar a las vallas, regresábamos, cada quien a su papel, al papel que este sistema nos ha impuesto.
Los rumores corrían rápidamente por los campamentos, porque todos nos conocíamos y había buena comunicación, excepto con los del prd, que no sabíamos ni sus nombres. Así me llegó el rumor de que habían llegado 10 camiones militares por la calle de República de Venezuela y acto seguido, vimos entrar un par de ellos por enfrente de la catedral. Varios nos acercamos a ver cómo la gente movía las gradas para obstruirle el paso a los camiones militares, y cómo posteriormente, intentaron cercar con vallas a uno de ellos. Se habían envalentonado, y además nos dimos cuenta la cantidad de gente que éramos en el zócalo, porque de la nada salieron como 200 personas y todavía quedaba gente en el campamento.
El incidente provocó incomodidad entre la resistencia civil. Pensábamos que estábamos bien organizados, que era imposible que una cuestión así nos podía llevar a la confrontación. Dudamos. Se convocó a una junta en el asta bandera para los coordinadores de cada campamento, pero también fuimos muchos que no éramos coordinadores. Todos guardamos silencio para escuchar la discusión que se estaba llevando a cabo en el centro, porque no había altavoz ni micrófono. Después de varias intervenciones, y la confesión de un miembro del PRD de ser el coordinador del campamento que fue a jalar las vallas en un principio, se vocearon los acuerdos esenciales: que no íbamos a tomar decisiones apresuradas sin consultar a los demás, y que cada coordinador debe tener el control completo de su campamento.
Al regresar, ya estaba tenso el ambiente. En las rondas que dábamos un grupo de compañeros, nos dimos cuenta que ahora sí, estábamos sitiados. No podíamos salir ni siquiera a la tienda que estaba en 16 de septiembre a media cuadra de la plancha. No podíamos salir tampoco a los baños públicos que estaban en la calle de moneda, a un lado de la estructura que serviría posteriormente de templete para el evento del usurpador. Ya no podíamos salir para nada.
Dicen que la crisis une a la gente y la crisis nos ha reunido a todos en este movimiento. Recorriendo las caras de los que observaban atónitos la constante llegada de cuadrillas de EMP marchando, se podían distinguir todos muchos de los rostros que hace un año también acampaban en el zócalo. Se pueden ver todos los rostros que por lo menos una vez han salido en las fotografías de los periódicos cuando se reseña un acto de repudio al usurpador. Todos nos hablamos por nuestros nombres y sabemos la historia de todos.
De repente, como a las 4 de la mañana, o casi las 5, se empezaron a meter algunas decenas de policías federales al interior de la plancha del zócalo y rodearon las grúas que cargaban las enormes bocinas que servirían de sonido para el “templete de los libres”. Algunos (entre ellos, el organizador del evento) se lanzaron inmediatamente a defender las grúas. Hubo incluso una persona que se subió a la grúa. Salieron como aves personas de todos los campamentos y se dirigieron hacia allá. Los que nos quedamos en las orillas, estábamos nerviosos. Pensamos que se iba a generar una golpiza en el centro de la plancha. Los campamentos quedaron parcialmente descuidados, de manera que ahora sí tuvieron oportunidad de entrar muchos militares por las orillas mientras toda la atención estaba en el centro. Se empezaron a escuchar gritos “Resistencia, resistencia”.
Desde el principio uno de los líderes renegados me hizo notar la fuerte presencia del PRD en el campamento y no había yo entendido la importancia de este hecho, hasta que se dieron los dos incidentes que por poco nos llevan a la confrontación con la PFP. Mientras la RCP tenía una guerra de consignas y por poco, una lucha cuerpo a cuerpo, el PRD sostenía una guerra de llamadas telefónicas. Casi podía yo escuchar las frases que se intercambiaban
“Güey, dile a aquel que quite sus pefepos de las grúas, ¿no?”
“Va, pero llévate a tus mugrosos”
“No, güey, no seas así…”
O al menos esto me imaginaba cuando veía la guerra de celulares. Grupos políticos por todos lados: operadores de Bejarano, Ricardo Ruiz caminando con su comitiva y miembros del GDF moviéndose por la plancha, mientras los renegados tratábamos de saber qué pasaba, de organizarnos. Con angustia notábamos la escasez de policía del DF, que siempre nos resguarda, cuando vimos llegar un bonche de ellos
“¡¡Ese apoyo sí se ve!!”
Me imaginaba que algo tenía que ver con esas famosas llamadas telefónicas. La policía federal cada vez nos tenía más encerrados.
Algunos coordinadores nos pidieron a los bloggeros que nos organizáramos con radioAMLO para entrar a internet y poder postear todo lo que estaba sucediendo. Finalmente, nos dieron alojo en una carpa del PRD que tenía luz y nos pudimos conectar. Todos comenzamos a subir como locos información. Nos temblaban los dedos de los nervios porque justo al lado se escuchaban nuevamente los gritos. Se refugió con nosotros un camarógrafo de La Verdad Sea Dicha que tenía la cara pálida.
De las 4 a las 6, nadie pudo dormir siquiera unos 5 minutos. Estábamos alertas, asustados, a la expectativa. Llegaban muchísimos militares vestidos de civiles por la calle de Madero, rodeaban el zócalo y se incorporaban al espacio vacío entre las vallas que estaban frente a Palacio Nacional. Conforme se iban incorporando dirigían la vista hacia los campamentos con mirada retadora. Todos traían corte militar y zapatos negros. Entre ellos no había mujeres ni niños, ni personas de la tercera edad. Trataron también de meterse en los campamentos, por lo que la resistencia hizo barreras de guacales que pusieron en todos los espacios por donde se podía pasar.
Finalmente amaneció y se hicieron notorias las ojeras que teníamos todos debajo de los ojos. Un compañero bloggero comenzó a gritar “Queremos atole, queremos tamales, no queremos militares” y algunos cansados rostros soltaron la carcajada. Ya sentíamos como triunfo el haber pasado la noche allí y ahora esperábamos que llegara más gente. Algunos empezaron a llegar, completamente indignados por el trato que se les daba a la entrada: se les pasaba por un pasillo angosto, se les pasaba por el detector de metales, les revisaban las bolsas a las mujeres y cateaban a los hombres, si traían propaganda del gobierno legítimo, se las quitaban. Una señor de San Luis Potosí llegó a nuestro campamento y nos contó que le quitaron unas playeras con el águila juarista que traía para vender.
Así transcurrió el día, varios aprovecharon que ya se podía entrar y salir (aunque con cierta dificultad) para ir a bañarse o tomar un café.
Llegó la noche y parecía que había llegado mucha más de nuestra gente. Llenaban la parte de enfrente del templete para “El grito de los libres” y hasta la mitad; después del asta bandera seguían los campamentos, aunque ya eran menos. Alguien me llamó para decirme que los campamentos del PRD ya se estaban moviendo y que les advirtieron que si para las 9 de la noche, los campamentos de la RCP no se movían, la PFP los iba a desalojar. Fue como una cubetaza de agua fría. Nadie podíamos pensar claramente con el ruido de “la guerra de sonidos” que llevaban entre el GDF y el gobierno federal. El GDF tenía ocho sistemas de sonido y el pelele nada más 4 pero pronto puso otros dos justito enfrente de los campamentos. No se podía distinguir ni uno ni otro y el sonido era insoportable. La gente les empezó a llevar algodones a los renegados porque las 4 grúas del GDF y las dos del pelele se encontraban de frente a unos 30 metros de distancia, en la que se encontraban los campamentos.
Llegó la noche, y se empezaron a levantar los campamentos. Los renegados estaban desmoralizados, cansados, se sentían solos por la insistencia del PRD de levantar los campamentos. La sentencia les parecía un agravio “o se levantan a las 9 o los desaloja la PFP”.
A los renegados se les ocurrió desenrollar la megapancarta que decía “Andrés Manuel López Obrador, presidente legítimo de México” justo enfrente de palacio nacional para que la viera el pelele. Todos nos sentimos medianamente reivindicados.
Conforme pasaba la noche, se hacía más soportable todo el asunto. La gente bailaba al ritmo de ska, el templete espurio no llamaba tanto la atención y los carteles de Andrés Manuel eran numerosos. Parecía que al fin tendríamos nuestra fiesta. Llegó Rosario Ibarra, que desde antes estaba festejando y alegremente dio su grito. Las voces de los libres colmaron el zócalo con vivas a la libertad de expresión y el deseo de la auténtica independencia, la urgencia del proyecto alternativo.
El sonido se tornó confuso para los que estábamos atrás del templete y vimos cómo se empezaron a ir los renegados. Volteé la mirada y pregunté “¿por qué se van?” nadie me supo decir qué pasaba. Vimos vaciarse el zócalo a cuentagotas y volverse a llenar. Nos sentimos apabullados ¿Cómo salirse del zócalo tan tranquilamente después de pasar la noche con el alma en un hilo defendiendo cada metro del zócalo? ¿Por qué el argumento de la represión? Si nos quisieran reprimir, lo hubieran hecho cuando estaban ausentes las cámaras, cuando no había seguridad del DF, cuando nadie estaba enterado de los asuntos del zócalo, cuando no habían más personas en la plancha mas que nosotros y la policía. Y aún más importante ¿A dónde se iban a ir a las 11 de la noche las tres mujeres poblanas que llegaron a nuestro campamento? ¿Dónde quedaron ellas? No las volvimos a ver y nos seguimos preguntando cómo se regresaron ellas y todos los que venían de Tabasco, Veracruz, Tijuana, etc. Los demás, aunque juntos, tuvieron que pasar a través de las canaletas de vallas entre los mismos policías que la noche anterior nos acosaba y hacía señas obscenas. Estaban, ahora sí, a su merced.
Varios no quisieron salir, y se volvieron a reunir en el zócalo para hacer lo que venían a hacer: recordarle a Calderón que no es bienvenido y que no hay perdón ni olvido para él. Avanzaron hacia el centro, formados, como si lo hubieran ensayado y llevaban en lo alto sus pancartas. Algunos alrededor de ellos, les mentaron la madre. Este grupo aprovechaba cada silencio del usurpador para gritar el nombre de su líder y sus agotados cuerpos adquirieron renovada fuerza con la satisfacción de no haber perdido el día. “Obrador, Obrador” retumbaban las voces hasta en los medios de comunicación oficiales. La voz que no pudieron acallar. Los demás nos preguntamos cómo se hubiera escuchado de no haberse ido la gente. Cómo hubieran temblado las estructuras de los edificios con el rugido del pueblo por su revolución de las conciencias. Pero todo quedó en el hubiera.
Los mexicanos libres fuimos una vez más, carne de cañón para los intereses políticos. Sólo que esta vez los amigos nos dieron la espalda a nosotros y no al pelele. Pero de todo aprendimos. Pusimos a prueba nuestra propia disciplina, logramos la unidad, porque pasamos la peor noche y nos hicimos los mejores amigos. Nadie que haya estado ausente nos puede decir qué debemos sentir al respecto de lo que pasó. Lo sabemos y hemos tomado como consigna aprender a organizarnos mejor y ser dueños de nuestras propias voces, de nuestro brazo para escribir y de nuestros pies para caminar. Y sólo entonces, nos podremos llamar “los libres” y dejaremos de ser utilería renegada.
*Crónica de Paquita, tomado de Ciudad Espectral
http://ciudadespectral.blogspot.com
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